Mensaje de Nuestra Santísima Madre a Carlos López
Junio 24, 2009 Iglesia de San Bruno, San Bruno, CA
¡Queridos hijitos, Alabado sea Jesús!
Den gracias a Dios en alabanzas por haberme permitido venir a ustedes.
Mis pequeñitos, oren, oren, oren. Cuando hay tormentas alrededor de ustedes pueden llegar a destruir ciudades enteras porque hay algunas tormentas que destruyen y aniquilan. Pero vengo esta noche a hablarles no de esa clase de tormentas pero de las tormentas espirituales que pueden llegar a aniquilar el alma. Esas son las tormentas que verdaderamente deben temer.
Las tormentas que muchos pasan son oscuras; oscuras del alma y oscurecen sus vidas. Oren, mis pequeñitos, ya que esas tormentas están llenas de tinieblas donde mi adversario aprovecha de tratar de destruir a muchos, por medio de envidia, de orgullo, pasiones, celos, odio, impureza, destrucción y toda clase de pecado. La oscuridad de sus almas los ciega y no los deja ver la luz de la verdad, de amor y de paz.
Oren, oren, oren y hagan muchos sacrificios y penitencia para que el sol pueda brillar en el corazón de todos y que el Espíritu Santo pueda revivir aquel ser que una vez estuvo muerto en el placer del mundo y llegue a ser luz y sal del mundo.
Mis pequeñitos, oren mucho como yo les pido para que yo, su Madre, pueda ayudarles. Confíen en mi sin miedo; confíen en mi ciegamente que yo les ayudaré a levantarse a la vida, a la luz del Espíritu Santo, a la luz de ese Amor Quien es Jesús – el Príncipe de la Paz.
Los amo y los bendigo y deseo obedezcan a mis palabras. Los cubro y bendigo a ustedes y a mis amados sacerdotes y diacono que me ayudaron esta noche. Que la paz de Dios este siempre con todos ustedes.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Junio 24, 2009 Iglesia de San Bruno, San Bruno, CA
¡Queridos hijitos, Alabado sea Jesús!
Den gracias a Dios en alabanzas por haberme permitido venir a ustedes.
Mis pequeñitos, oren, oren, oren. Cuando hay tormentas alrededor de ustedes pueden llegar a destruir ciudades enteras porque hay algunas tormentas que destruyen y aniquilan. Pero vengo esta noche a hablarles no de esa clase de tormentas pero de las tormentas espirituales que pueden llegar a aniquilar el alma. Esas son las tormentas que verdaderamente deben temer.
Las tormentas que muchos pasan son oscuras; oscuras del alma y oscurecen sus vidas. Oren, mis pequeñitos, ya que esas tormentas están llenas de tinieblas donde mi adversario aprovecha de tratar de destruir a muchos, por medio de envidia, de orgullo, pasiones, celos, odio, impureza, destrucción y toda clase de pecado. La oscuridad de sus almas los ciega y no los deja ver la luz de la verdad, de amor y de paz.
Oren, oren, oren y hagan muchos sacrificios y penitencia para que el sol pueda brillar en el corazón de todos y que el Espíritu Santo pueda revivir aquel ser que una vez estuvo muerto en el placer del mundo y llegue a ser luz y sal del mundo.
Mis pequeñitos, oren mucho como yo les pido para que yo, su Madre, pueda ayudarles. Confíen en mi sin miedo; confíen en mi ciegamente que yo les ayudaré a levantarse a la vida, a la luz del Espíritu Santo, a la luz de ese Amor Quien es Jesús – el Príncipe de la Paz.
Los amo y los bendigo y deseo obedezcan a mis palabras. Los cubro y bendigo a ustedes y a mis amados sacerdotes y diacono que me ayudaron esta noche. Que la paz de Dios este siempre con todos ustedes.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
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