Muchos hermanos separados nos hacen la misma pregunta a nosotros los católicos del porqué amamos y veneramos a Nuestra Señora. La respuesta aunque sencilla para nosotros para otros que no creen en la pureza y castidad de Nuestra Madre no le es tan sencilla.
Pongámoslo de la siguiente forma, usted tiene una madre que ha sido todo en su vida. Una mujer digna, decente, buena, luchadora, sacrificada. Que ha dado todo porque usted tenga una vida mejor. Que ha dejado de ser ella para ser por usted, por su esposo, por su familia. Ahora imagínese que venga yo y le diga que su madre es una cualquiera, una prostituta, una mujer que no vale nada, indecente, vulgar entre muchas otras calumnias. ¿Cómo se sentiría usted? ¿No me partiría la cara por defender la honra de su madre?
Ahora bien, imagínese cómo se siente Jesús si en todo momento le hacemos ver a los demás que su madre, la única mujer pura escogida entre tantas otras miles que habían en esa época, aquella mujer que dijo Sí a Dios porque entendió que con su aceptación estaba trayendo al mundo el Salvador de toda la raza humana. Aquella mujer que dejó de ser ella para convertirse en una por su Hijo Jesucristo, aquella mujer que cuidó del niño cuando aún era indefenso, aquella mujer que apoyó al hombre cuando decidió irse a predicar, aquella mujer que estuvo a su lado durante todo su amargo calvario viendo como azotaban su Santísimo Cuerpo, aquella mujer que nunca dio la espalda como lo hicieron los apóstoles con la excepción del discípulo amado Juan y María Magdalena, aquella mujer que recibió una lanza en su corazón cuando vio que su Único Hijo estaba siendo martirizado, flagelado, escupido, blasfemado, aquella mujer que aun después de la muerte de Su Hijo Amado no dio la espalda a la evangelización y a la continuación de la obra de Su Hijo Jesús.
Por favor, hasta un niño con uso de razón entendería esto y trataría con amor y respeto a una madre con las cualidades tan grandes que tuvo María. Imagínese usted cómo se siente Jesús cuando escucha y ve cómo muchas personas blasfeman y quieren manchar la honra de Su Madre, Santa, Virgen. Recuerden, Jesucristo es Dios y TODO LO VE…
En Hora buena, aprendamos a amar, respetar y *venerar, sí venerar que no es lo mismo que ¡adorar! No se adora a Nuestra Madre pero si se le da el valor que ella se merece. Amemos a aquella Señora que dijo Sí a Dios, Sí a Jesús y Sí a toda la humanidad.
¡Cómo No Amarte Madre María!
Pongámoslo de la siguiente forma, usted tiene una madre que ha sido todo en su vida. Una mujer digna, decente, buena, luchadora, sacrificada. Que ha dado todo porque usted tenga una vida mejor. Que ha dejado de ser ella para ser por usted, por su esposo, por su familia. Ahora imagínese que venga yo y le diga que su madre es una cualquiera, una prostituta, una mujer que no vale nada, indecente, vulgar entre muchas otras calumnias. ¿Cómo se sentiría usted? ¿No me partiría la cara por defender la honra de su madre?
Ahora bien, imagínese cómo se siente Jesús si en todo momento le hacemos ver a los demás que su madre, la única mujer pura escogida entre tantas otras miles que habían en esa época, aquella mujer que dijo Sí a Dios porque entendió que con su aceptación estaba trayendo al mundo el Salvador de toda la raza humana. Aquella mujer que dejó de ser ella para convertirse en una por su Hijo Jesucristo, aquella mujer que cuidó del niño cuando aún era indefenso, aquella mujer que apoyó al hombre cuando decidió irse a predicar, aquella mujer que estuvo a su lado durante todo su amargo calvario viendo como azotaban su Santísimo Cuerpo, aquella mujer que nunca dio la espalda como lo hicieron los apóstoles con la excepción del discípulo amado Juan y María Magdalena, aquella mujer que recibió una lanza en su corazón cuando vio que su Único Hijo estaba siendo martirizado, flagelado, escupido, blasfemado, aquella mujer que aun después de la muerte de Su Hijo Amado no dio la espalda a la evangelización y a la continuación de la obra de Su Hijo Jesús.
Por favor, hasta un niño con uso de razón entendería esto y trataría con amor y respeto a una madre con las cualidades tan grandes que tuvo María. Imagínese usted cómo se siente Jesús cuando escucha y ve cómo muchas personas blasfeman y quieren manchar la honra de Su Madre, Santa, Virgen. Recuerden, Jesucristo es Dios y TODO LO VE…
En Hora buena, aprendamos a amar, respetar y *venerar, sí venerar que no es lo mismo que ¡adorar! No se adora a Nuestra Madre pero si se le da el valor que ella se merece. Amemos a aquella Señora que dijo Sí a Dios, Sí a Jesús y Sí a toda la humanidad.
¡Cómo No Amarte Madre María!
*venerar.
(Del lat. venerāri).
1. tr. Respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda.
2. tr. Dar culto a Dios, a los santos o a las cosas sagradas.
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