- Señor, ¿cuál es la participación de
tu Madre en el Misterio Eucarístico?
"La misma que en el Misterio de la
Encarnación.
Es de comunión perfecta, viviendo Ella
de Mí y Yo de Ella: Ella de mi naturaleza divina, Yo de su naturaleza humana.
He dicho que vivimos en una comunión
perfecta: donde estoy Yo, también está Ella.
Hijo, bastaría esto para volver más
accesible a las almas la grandeza de mi Madre y vuestra.
Por medio suyo el injerto de Mí, Verbo
eterno de Dios, en la naturaleza humana; por medio suyo se ha hecho realidad el
Misterio de la salvación.
Es un Misterio en pleno desarrollo. Por
medio de Ella, Satanás ha sido vencido y el hombre de buena voluntad, si quiere,
puede salvarse”.
La comunión, que brota del Misterio de
la Encarnación, continúa en el Misterio Eucarístico y continuará eternamente. Yo
siempre viviré de su naturaleza humana y Ella siempre vivirá de mi naturaleza
divina.
Esta comunión es un hecho evidente
jamás repetible. No tiene comparación en la comunión mía con las almas en
gracia, aunque también esta última es una cosa que no se puede describir
humanamente por su belleza sobrenatural.
Envueltos en la
oscuridad
De las relaciones que intervienen entre
Dios Uno y Trino y Mi Madre se derivan hechos sublimes, únicos e
irrepetibles:
- su maternidad inseparable de su
virginidad,
- su concepción
inmaculada,
- su exención de la corrupción de la
carne,
- su asunción y su realeza sobre
todas las potestades del Cielo y de la tierra,
- su poder sobre las mismas fuerzas
del infierno que, al final, derrotará definitivamente.
Los hombres, en su presuntuoso
simplismo, no ven la grandeza y el poder de mi Madre que es también su Madre. No
han escuchado sus repetidas llamadas maternales.
Si los hombres se volvieran a Ella
arrepentidos, si le rezaran, podrían evitar la avalancha que los amenaza y que
ya está en movimiento.
Pero, embriagados de placeres y de
bienes materiales, viven en cambio envueltos en la oscuridad como si Dios no
existiera y como si tampoco existiera mi Madre.
Los hombres, e incluso muchos de mis
ministros, no han comprendido, el amor sin medida de su Madre Celestial, porque
no han profundizado.
Si
lo hubieran comprendido y lo hubieran correspondido, cuántos males no se habrían
evitado a los individuos y a los pueblos; ¡cómo habría sido de serena para todos
su peregrinación por la tierra!
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