En pleno siglo XX médicos
alemanes descubrieron con asombro los conocimientos de una monja cuya
sabiduría es, para muchos, "algo que viene del Cielo". Si os gusta os
sugiero que lo recomendeis. En cuanto a D. Jose María Sánchez de Toca,
es un hombre de basta cultura, y autor de libros muy interesantes.
El libro de las piedras que curan
ISBN: 978-84-15570-03-5
Autor: Santa Hildegarda de Biguen
Precio: 20.00
Autor: Santa Hildegarda de Biguen
Precio: 20.00
Santa Hildegarda de Binguen, Doctora de la Iglesia.
Hace 850 años, una monja de
clausura llamada Santa Hildegarda de Binguen, que acaba de ser
canonizada y nombrada Doctora de la Iglesia por Benedicto XVI,
revolucionó la medicina del momento al transmitir una sabiduría sobre
las virtudes curativas y profilácticas de una veintena de piedras
preciosas o semipreciosas.
Santa Hildegarda, sin salir del
convento, con una cultura y formación muy básica, transmitió lo que la
“Luz Viva del Espíritu Santo” le dictaba, ofreciendo remedios sencillos a
personas con dificultades de salud, basado en el contacto con
determinadas piedras.
Con los años, los remedios
curativos de Santa Hildegarda fueron bautizados por el pueblo como “la
medicina de Dios”, y ya en pleno siglo XX, científicos y médicos
alemanes descubrieron con asombro los conocimientos de esta monja del
siglo XII, cuya sabiduría es, para muchos, “algo que viene del Cielo”.
Entrevistamos a José María
Sánchez de Toca, uno de los mayores expertos en la obra de Santa
Hildegarda en el mundo hispano. Él se ha encargado de traducir y
preparar la primera edición completa en español de esta obra: El libro
de las piedras que curan (LibrosLibres).
- "El Libro de las piedras que curan", ¿podríamos decir que es un resumen de creencias medievales?
- En absoluto. Los remedios
populares de la Edad Media, las recetas de brujas, eran asquerosos,
mientras que todo lo que dice Santa Hildegarda es inocuo, razonable y
limpio. Si habla de plantas o animales, normalmente dice que hay que
hervirlo.
- Saber médico medieval perdido en nuestros días.
- Tampoco. El saber médico de
la Edad Media era árabe y judío, y no se parece a Santa Hildegarda ni de
lejos. Los libros de piedras de aquella época, como el Lapidario de
Alfonso X el Sabio, que es un compendio de lapidarios árabes, por
ejemplo, o el del Obispo Marbordo, son radicalmente distintos en
credibilidad, sistematización y si me permite la palabra, en
"modernidad".
-¿Y el de Alberto Magno?
-No creo que fuera de verdad de
San Alberto Magno; es un libro de hechizos y conjuros para cargarse a
la gente, envenenar o provocar abortos.
- Entonces...
- Ella dice que la invadía una llama de Luz Indeficiente que la dictaba y que no la permitía poner nada de su cosecha.
- Se ha publicado bastante que eso era una migraña de aureola.
- Mire, esos señores hablan de
oídas de lo que dijo otro que tampoco había leído a Santa Hildegarda. Me
recuerdan a aquel prestigioso y venerado historiador de la Medicina que
la llamaba "San Gil de Garde".
- Pero era una gran científica
- Ni hablar, eso no se tiene de
pie. Es imposible que tuviera conocimiento experimental de lo que dice.
Fíjese que dijo ¡en 1153! que las ballenas buscan alimento en la
superficie y en el fondo del mar, cosa que la Ciencia solo ha averiguado
en la década de 1970, gracias a un submarino espía norteamericano. En
el Mar de Behring, las ballenas bajaban al fondo del mar, barrían con la
boca abierta los limos del Yukón, repletos de quisquillas, y luego
subían a vomitar por los chorros el limo sobrante. No lo sabía nadie, ni
los balleneros. Jamás se hubiera supuesto que un mamífero de
respiración pulmonar bajase al fondo del mar, pero Santa Hildegarda ya
lo había dicho.
- La película "Visión" muestra una gran biblioteca en el monasterio.
- Esa película es un ejemplo de
como no deben hacerse las cosas ni falsear la Historia. Está llena de
conjeturas que no están avaladas por las fuentes, y eso que hay muchas.
Los libros no abundaban entonces como ahora, ni siquiera en los
monasterios. Pero en cambio las fuentes son taxativas en que solo la
enseñaron a leer el Salterio.
- El Papa Benedicto XVI dice que era muy culta.
- Y tiene razón: Santa
Hildegarda estuvo ochenta años recibiendo enseñanzas del Espíritu Santo
sobre la estructura del Universo, la naturaleza humana y las criaturas, y
eso necesariamente la tuvo que volver cultísima y sabia. Pero suponer
que era una erudita contradice de plano las fuentes, que son abundantes,
de época y muy fiables. Tenga en cuenta que un concilio investigó en
vida, y que después de muerta, investigaron su vida los inquisidores
enviados por dos papas sucesivos.
- Este es un libro de "piedras que curan", pero la cuestión fundamental es si hay piedras que curen.
-Por lo que venimos
comprobando, sí. Tampoco es tan insólito, si el barbero te corta al
afeitarte, te pasa piedra alumbre por el corte para detener la
hemorragia. El alumbre es una piedra que cura.
-¿Santa Hildegarda habla del alumbre?
- No. Trata exclusivamente
sobre diecinueve piedras que solo pueden utilizarse para el bien y para
curar o prevenir daños. Dice Santa Hildegarda que entre las demás
piedras algunas sirven para cosas buenas o malas, según se proponga
quien las utilice, pero la Santa se ocupa solamente de las que solo
sirven para el bien.
- Pero a estas alturas del siglo XXI ¿ ¿No es pura superstición creer que haya piedras que curen?
- Superstición es mantener una
creencia sin base real, y prejuicio negarse a aceptar los hechos, y lo
que no debe hacer nadie en el siglo XXI es negar los hechos. A menos que
a uno le cieguen los prejuicios, hay que aceptar la evidencia. Y la
evidencia es que en la mayoría de los casos, estas piedras curan a la
mayoría de la gente.
- ¿No siempre?
-No siempre.
- ¿Por qué?
-Pues no lo sabemos. Hay
muchísimo que investigar. El caso más claro es la crisoprasa, una
modesta piedra con aspecto de jabón usado, que a uno le curó
radicalmente en una sola noche un ataque de gota, mientras que otro se
la tuvo que quitar de la rodilla porque no le hacía nada y se le estaba
clavando en la hinchazón.
-Y entonces, ¿por qué curan?
- Pues tampoco lo sabemos.
Muchas de las aplicaciones exigen contacto con la piel, lamer la piedra,
o ponerla en vino, lo que puede suponer una transferencia molecular,
por infinitesimal que sea. Pero otras veces actúan sin contacto; en
concreto Santa Hildegarda advierte que se tenga mucho cuidado en evitar
que el rubí toque la piel. Hace unos meses, cuando estaba preparando el
libro, enseñé las piedras a unos amigos, y una señora se puso en las
rodillas el costurero de plástico donde las guardo. A la mañana
siguiente nos contó alborozada que se le habían pasado los dolores de
rodilla y cadera que la traían mártir, y pensando a qué podría deberse,
cayó en la cuenta del rato que tuvo las piedras en el regazo. Pero no
hubo contacto.
- ¿Y no puede tratarse de sugestión o efecto psicosomático?
- Podría ser, pero le voy a
contar algo: Un niño, Juancho, de siete años, tenía pesadillas
recurrentes, muy violentas. Sus padres le pusieron jaspe debajo del
colchón y las pesadillas cesaron esa misma noche. Se fueron a la playa,
se dejaron la piedra y las pesadillas se reanudaron. Volvieron a ponerle
el jaspe y cesaron. Ahora los niños la llaman la piedra filosofal, como
en las películas de Harry Potter.
- ¿Y no pudo ser que el niño estuviera impresionado con la piedra?
- A Juancho no le impresiona ni un adoquín que le pongan de almohada.
- Que me contestaría si le digo que este libro es un texto medieval lleno de ideas medievales con poco contenido práctico.
- Que está hablando sin haberlo
leído. Por ejemplo, en este libro Santa Hildegarda describe con pelos y
señales como transforman las bacterias del hierro el óxido ferroso en
oxido férrico para hacer la magnetita, y eso, amigo, es algo que la
Ciencia descubrió en 1877, y todavía se sigue trabajando en ello. Le
aseguro que sin análisis, sin laboratorios y sin microscopio era
imposible saberlo. Es más, Santa Hildegarda da detalles que aun hoy son
desconocidos, aunque verosímiles. Eso no es un conocimiento medieval.
- Pero Santa Hildegarda habla de piedras que ahuyentan los demonios y las serpientes.
- Pues estupendo; no soy
partidario de los unos ni de las otras, y no los quiero cerca de mí.
Pero esto que usted recuerda debe alertarnos que hay algo en la
naturaleza de las piedras que todavía desconocemos. Santa Hildegarda
dice que las piedras tienen cierta belleza singular que era la que tenía
Lucifer antes de la caída, y que los demonios no soportan porque les
recuerda su esplendor pasado. Para hablar de la eficacia de las piedras
sobre los espíritus malignos utiliza los verbos "desdeña, pone en fuga,
atormenta". Es un campo del que sabemos muy poco.
-¿De las piedras de Santa Hildegarda, cuál es la más útil?
- Cada una tiene su utilidad y
con frecuencia se superponen, pero para mí la más útil por ahora está
siendo el jaspe, que es el analgésico y antiinflamatorio más rápido que
conozco. El jaspe que usted puede encontrar en cualquier obra en un saco
de gravilla, cualquier guijarro de sílex a manchas y con grano fino.
- El título de este "El libro de las piedras que curan" habla de gemas. ¿Es que son piedras caras?
- Las piedras de las que habla
el libro son en su mayoría piedras preciosas o semipreciosas, es decir,
gemas, pero una docena son variedades de cuarzo, y el resto puede
conseguirse a muy buen precio, digamos, uno o dos euros. En total uno
podría hacerse con todas las piedras por unos cincuenta euros, pero no
es necesario conseguirlas todas a la vez. Con veinte euros sobraría
bastante para hacerse con jaspe, ágata, calcedonia, topacio, crisoprasa y
esmeralda, que en este momento me parecen las más sencillas de usar.
Por otra parte, buscar las piedras siguiendo las indicaciones que damos
en el libro puede convertirse en un hobby muy gratificante.
-¿Satisfecho del esfuerzo y de su traducción?
- Mucho, pero la traducción no
es mía, sino de Rafael Renedo, mi yunta de Hildegardiana. Lo mío ha sido
averiguar y explicar qué significan hoy las palabras de Santa
Hildegarda, comentarlas, anotarlas e indizarlas.
- ¿Qué espera de este libro?
- Que sea útil. Que ayude. Que sean muchos los que descubran con alborozo que hay piedras que curan.
- ¿Y por qué se publica y se difunde ahora precisamente un libro que llevaba ignorado ocho siglos y medio?
- Es algo que da que pensar; quizá es que sea la sabiduría que vamos a necesitar en el futuro, como todo lo de Santa Hildegarda.
- ¿Es un regalo de Dios para los hombres?
- Sí; Dios siempre ofrece el remedio antes que nos hagamos la llaga.
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